La lectura es uno de
los quehaceres más enriquecedores que usted pueda experimentar. Etimológicamente
“leer” viene del verbo latino «legere» que significa «coger». Leer es descifrar
un mensaje, comprender lo que está escondido tras unos signos exteriores, es
desentrañar y descubrir. Nos lleva a un universo infinitamente desconocido, nuevo
y rico en profundidades que solamente valoramos cuando intentamos sumergirnos
en el. No obstante, en nuestro país el índice de lectoría ha disminuido por
apremios cotidianos, elevados costos de la industria editorial, falta de
tiempo, uso masivo del internet, entre otros factores que conspiran en su
perjuicio, especialmente, entre los jóvenes. Según estudios internacionales el Perú
es uno de los países de la región con menor índice de comprensión lectora y se calcula
que el nivel per cápita anual de lectoría no alcanza los dos libros por
habitante.
Hay quienes creen que
la lectura es una faena compleja, aburrida, distante y carente de la acción que
ofrecen otras “distracciones”. Tal vez existe responsabilidad en el entorno más
íntimo de la persona: la familia. Familias que no incorporan la lectura en sus
aspiraciones de desarrollo. “Dime como es tu biblioteca y te diré quién eres”,
es una expresión que me gusta recordar cuando intento -incontables veces en
vano- hablar de la trascendencia de esta actividad. Una biblioteca es el
“espejo” de sus ambiciones intelectuales. Los padres no leen y muchos menos
sostienen, por consiguiente, conversaciones inteligentes, interesantes y documentadas
que ilustren a sus hijos. Una situación análoga sucede cuando los únicos temas
de tertulia, entre personas supuestamente de elevado estatus profesional, son
el costo de vida, los hijos, los nietos, el clima y la oficina. En esas
ocasiones podemos verificar que la lectura no está presente en la vida de
quienes participan, con vivo entusiasmo, solamente de esas pláticas.
El genial literato
Jorge Luis Borges decía: “He leído mucho, pero he vivido poco”. Según afirmó el
autor de “Aleph” esta expresión corresponde cuando tenía 30 años de edad.
Tiempo después descubrió –a pesar de su ceguera- que la lectura era una forma
de vivir intensamente y, en la tarde de su vida, concluyó que había vivido
bastante. La lectura nos ayuda a recorrer, de manera placentera, escenarios
hasta inimaginables. Por su parte, la escritora Carmen Lomas Pastor, en su obra
“Hogar familiar” señala: “….La lectura tiene una gran importancia en el proceso
de desarrollo y maduración de los niños. Proporciona cultura, desarrolla el
sentido estético, actúa sobre la formación de la personalidad, es fuente de
recreación y de gozo. Constituye un vehículo para el aprendizaje, para el
desarrollo de la inteligencia, para la adquisición de cultura y para la
educación de la voluntad”. Desde mi punto de vista, es también un “viaje” a los
más alejados destinos y una forma de comprender nuestra compleja realidad
nacional.
A través de ella
podemos involucrarnos con nuestro contexto social y asumir un sentimiento de
identidad y pertenencia tan necesario. La lectura nos compromete en el desenvolvimiento de nuevas capacidades
que, probablemente, no hayamos descubierto. Ayuda al perfeccionamiento del
lenguaje, mejora la expresión, el vocabulario y la ortografía; incrementa las
relaciones humanas, los contactos personales y favorece la empatía; facilita la
exposición del propio pensamiento y posibilita la capacidad de pensar; es una
herramienta que activa las funciones mentales agilizando la inteligencia; abre
la imaginación y creatividad (según el escritor y docente Iván Thais los mejores
alumnos de publicidad son los jóvenes que desde temprana edad han extendido el
hábito de la lectura). Por último, aumenta el bagaje cultural, proporciona información,
conocimientos y amplía los horizontes del sujeto. Un hombre culto y, además,
educado tiene elementos favorables para proyectar una imagen positiva en el
ámbito personal y laboral.
Es una afición que
envuelve a la persona, la dignifica y comunica un deleite especial. Comprenderá
mejor su vida y la vida en si misma. Salga de ese pozo profundo que es la
ignorancia “conveniente” a los intereses de quienes pretenden mantener sometida
a nuestra sociedad, para abusar de ella. La lectura subleva, promueve la
disconformidad, da “mundo” y fortalece la autoestima,
componentes indispensables para salir del tercermundismo moral, cívico y
cultural que nos aflige. Bien comentó el político e pensador argentino Nicolás
Avellaneda: “Cuando oigo
decir que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy dispuesto a pensar
bien de él”.
Wilfredo Pérez Ruiz
Docente,
conferencista, periodista, consultor en organización de eventos, protocolo,
imagen profesional y etiqueta social.
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