miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL PLAN LECTOR o Cómo arruinar una buena idea o Vino Nuevo en Odres Viejos

· Promover la ejecución de acciones para desarrollar la capacidad de leer, como una de las capacidades esenciales que contribuyen a la formación integral de los niños, adolescentes y jóvenes en lo personal, profesional y humano.
· Impulsar el desarrollo de las capacidades comunicativas de los estudiantes para el aprendizaje continuo, mediante la implementación del Plan Lector en todas las Instituciones Educativas de Educación Básica Regular, como parte del Programa Nacional de Emergencia Educativa.
· Incentivar la participación de las Instituciones Educativas y la Comunidad en su conjunto, en una cruzada por el fomento y afianzamiento de la práctica de la lectura.
(Objetivos del Plan Lector)
El Plan Lector es la estrategia pedagógica básica para promover, organizar y orientar la práctica de la lectura en los estudiantes de Educación Básica Regular. Consiste en la selección de 12 títulos que estudiantes y profesores deben leer durante el año, a razón de uno por mes.
(Disposición General Nro. 1 del Plan Lector)
1. El Plan Lector será formulado en forma consensuada por toda la comunidad educativa (directivos, docentes, padres de familia y estudiantes), en función de los intereses de los estudiantes y la realidad de la Institución Educativa.
2. El Plan Lector comprenderá una relación de 12 títulos para cada grado, que los estudiantes leerán uno por mes, según una secuencia previamente convenida.
(Disposiciones específicas Nros 2 y 3 del Plan Lector)

Que en nuestro país tenemos un problema con la Lectura es patente. Por si necesitáramos demostración basta con escuchar y/o leer a sus supuestos profesionales - los periodistas - para percatarse. Comparar a nuestros periodistas con los de otras latitudes resulta más penoso todavía, porque aunque el problema de la comprensión lectora es internacional, en nuestro país alcanza cotas penosamente elevadas. Ya antes me he referido a esto, así que no abundaré en lo que no es más que la punta de un enorme iceberg.

(No puedo evitar mencionar algo que acabo de escuchar de un periodista enviado a Quito por el partido de fútbol entre Ecuador y Perú, porque aunque ya no es de antología, suena muy ilustrativo: “El clima de Quito está un poquito caluroso esta mañana, a diferencia de en la noche, que estuvo más frío”. Gracias por la relevante información, Señor Periodista)

Lectura y Educación

Podemos sospechar sin ningún inconveniente que lograr un verdadero aprendizaje de la lectura no tiene correlación con la Educación formal impartida en los colegios. Es decir, no existe relación alguna entre tus habilidades de lector y lo que hayas hecho en el colegio. Incluso podríamos sospechar que esa relación puede ser más bien negativa, desde que la escuela refleja a la sociedad, y la sociedad peruana desprecia el libro, la lectura y la inteligencia, pues estorban a los poderes fácticos, no sirven para hacer plata fácil y no son necesarios para las crecientes actividades del sicariato y el narcotráfico. Lo que la sociedad le ha encargado a la escuela siempre ha sido la reproducción de los esquemas políticos y sociales autoritarios y repetitivos. Fuera del discurso, esa siempre ha sido la intención de la escuela, y para eso no se necesita pensar, sino marcar el paso por números. Claro que según parece se le pasó la mano, porque los que la mueven sí necesitan por lo menos entender el memorándum del jefe o el sicario entender las instrucciones para cargar el revólver, o el narcotraficante por lo menos tiene que poder utilizar el tipo de cambio. Los grandes esfuerzos de muchos educadores por lograr de la escuela algo más amable y sensato se estrellan contra esta enorme y muy conveniente inercia educativa. Podemos imaginarnos su tamaño y fortaleza sabiendo que aún muchas escuelas desperdician su tiempo en desfiles y formaciones a pesar de la orden en contrario existente desde muchos años atrás. A esto le llamo los Odres Viejos, aludiendo a la parábola del Nuevo Testamento.

Por supuesto, existen quienes tratan de democratizar la sociedad, e intentan que la escuela deje de ser mecanismo de exclusión. Es el Vino Nuevo de la parábola, que trabaja duro y trata de hacer las cosas si no bien, cuando menos mejor, y que tiene que enfrentar los Odres Viejos.

Emergencia Lectora

El resultado medible del esfuerzo que el sector Educación realizó durante muchísimos años resultó en que mientras 97 de cada 100 niños coreanos de segundo grado entienden lo que leen, solamente lo hacen 18 de cada 100 en el Perú. Como que no es para sentirse maravilloso. El problema está realmente enraizado y se entendió en su momento que requería de medidas de emergencia. Sin embargo, en nuestro país todo está devaluado, incluso el concepto mismo de emergencia. Haciendo un ejercicio de realismo – que en casi cualquier otra latitud sería de cinismo – diríamos que emergencia significa en el Perú tomar un conjunto de medidas para hacerle creer a la gente que se está haciendo algo frente a un problema urgente y grave. La política de hacer la finta está enquistada hace demasiados siglos, y por desgracia eso presidió las medidas tomadas desesperadamente para conseguir aumentar en algo nuestro ranking en el PISA. De ahí que el resultado del PISA 2009 fuera más penoso todavía, porque se suponía que respondía a una emergencia. Si bien subimos, todos los demás subieron más que nosotros (y hasta los que bajaron nos superaron), y por ende ocupamos el poco honroso último puesto en América Latina, que por cierto no es ejemplo de nada a nivel mundial.

Entre las medidas que se tomaron se le quitó horas a Sociales y otras áreas para dárselas a Comunicación y Matemáticas. Es decir, en vez de tratar de fomentar la lectura de textos de Historia, Geografía y otras disciplinas análogas, se trató de fomentar la lectura de textos de Literatura. No decía eso la norma, pero ya sabemos que una cosa es con guitarra y otra con cajón. No es que poner y sacar horas no tenga su importancia cuando hay aspectos urgentes a resolver, pero hubiera sido mejor esforzarse un poco más, aumentar el tiempo de clase en general, aunque ya sabemos que ese es un costoso tema de infraestructura y personal, y por ende más caro que repartir las escasas horas pedagógicas de modo diferente. Como la finta había que hacerla de todas maneras se le quitaron horas a cursos que fomentaban la lectura para dárselas a cursos que fomentaban la lectura. Exacto, tampoco yo lo entiendo, pero como algo había que hacer, se desvistió un santo para vestir a otro, y de éste se empezó a esperar los milagros correspondientes. Como es nuestra costumbre y a pesar de la letra de la norma, se le empujó al área de Comunicación la responsabilidad de la Lectura, pues se le daba más del escaso recurso tiempo, y como algo había que hacer en ese tiempo, entre otras medidas surgió el famoso Plan Lector.

Interés y Hábito

El Plan Lector es una buena idea. Bueno, seamos claros, en cualquier otra parte sería una buena idea. Acá cualquier iniciativa interesante termina siguiendo la ruta del vino nuevo en los odres viejos. Es decir, los odres se rompen y el vino se derrama y desperdicia. Toda medida coherente se supone tiene una idea clara y científicamente correcta de qué es lo que se trata de lograr. Entre sus objetivos confesados, el Plan Lector busca despertar el interés por la lectura, tratando de lograr que se lea más y mejor, lo que puede medirse empleando como indicador el número de libros o de páginas impresas que los niños y jóvenes leen, en promedio, en una unidad de tiempo, por ejemplo un año. Si se hubiera tratado exclusivamente de hacer en Lectura lo que ya se hacía antes, pues entonces hubiéramos dejado la cosa como estaba y simplemente le hubiéramos dado a los profes más horas para hacerlo. Pero la idea implícita era mejorar los magrísimos indicadores de lectura, que después de todo permite hacer la finta del titular periodístico, más que obtener un real interés por la lectura. He aquí un ejemplo interesante de cómo se nos pierden las ideas y se sigue tonteando: Mejorar un indicador de lectura no es mejorar la lectura, así como subir en una línea de consumo no es dejar de ser pobre.

El hábito de la lectura

La lectura es un complejo proceso cognitivo que decodifica, predice y construye significados sucesivos conforme se ejecuta, en niveles concéntricos micro – a nivel de palabras y frases – y macro – a nivel de párrafos y textos -, y para eso pone en marcha importantes funciones y operaciones mentales. Dichas operaciones serán más o menos eficientes en la medida que la actitud del lector sea más o menos favorable, y se desarrollen las habilidades de atención y concentración. Vale decir, leer es cualquier cosa menos un hábito, que se define como práctica que se ejecuta automática y mecánicamente, con bajo control de la consciencia. Lavarse los dientes, afeitarse o saltar a la soga pueden ser hábitos, leer no. Esta confusión proviene de suponer que el leer es básicamente una operación de decodificación de signos escritos, lo que sí debería formarse hasta ser un hábito.

Querer leer

Es obvio que para hacer las cosas bien en lectura se necesita una idea muy clara de qué es la lectura. Leer es una actividad realmente compleja, que necesita de los lectores una serie de habilidades y competencias, y hasta aquí todo muy bien. Pero ya hemos visto que para leer necesitamos querer leer, y sin la formación de actitudes lectoras positivas podemos poseer todas las habilidades que queramos, pero a la corta o a la larga no leeremos a no ser que queramos hacerlo. La atención puede aprestarse y fomentarse, y en esto nos detendremos un par de segundos. En primer lugar digamos que leer no es, como muchos creen, decodificar los signos escritos del alfabeto. La decodificación de los signos se debería alcanzar en la Inicial, y para poder decir que se sabe leer, además se debe alcanzar el nivel de la comprensión de lo que se lee. Las dos operaciones de Decodificación y Comprensión están unidas en el acto de leer, y para leer no se puede suponer que se posee una sin poseer la otra. De hecho, si las cosas se hacen bien, la decodificación llega a convertirse en un hábito que se logra practicando hasta lograr el mastering phase, es decir la fase de dominio de la habilidad. Se construye la comprensión sobre la base del hábito de la decodificación. Con la práctica el lector ya no decodifica conscientemente, pues al alcanzar cada vez mayor competencia en decodificar se dedica a leer el texto y no a procesar la decodificación, que ejecuta inconscientemente a no ser que encuentre una palabra que no conozca, pero cuyo significado puede deducir del contexto. Si solamente sabes decodificar signos escritos tu situación es la del analfabeto funcional que deletrea con dificultad los titulares de un tabloide en el quiosco. ¿Cómo llegas entonces a comprender lo que lees? Pues de la única manera que se logran las cosas: practicando, practicando y practicando. Es decir, leyendo, leyendo y leyendo, y conforme más leas, tus habilidades de decodificación y de comprensión aumentarán y mejorarán, y leerás cada vez más y mejor.

Práctica lectora

Otro par de segundos dedicados al tema de la práctica lectora. A ojo de buen cubero, hay dos modos de que los alumnos practiquen la lectura: Obligándolos a leer a punta de pistola que si no te jalo, o haciéndoles agradable y bacán la relación con la letra escrita. Ojo que he dicho agradable, no fácil. No sé de donde se ha sacado la estupidez de que las cosas a enseñar tienen que ser fáciles. Nada lo es, de hecho, y sabemos que si queremos aprender algo se requiere esfuerzo. Bailar, montar bicicleta, hacer pajaritas de papel, correr los cien metros planos o jugar fútbol también requieren sudor y esfuerzo, pero lo sudamos porque estamos motivados, porque queremos hacerlo, porque el esfuerzo de superar la dificultad con las propias fuerzas es inmensamente gratificante, y todo dolor muscular se convierte, como dicen las bailarinas de ballet y los instructores de aeróbicos, en algo rico; y porque al final de la ruta está la habilidad lograda, el objetivo alcanzado, la victoria personal obtenida. Y no hay nada que libere más endorfinas en el cerebro que la sensación de la victoria. En corto, nos esforzamos porque nos gusta hacerlo y nos fascina la recompensa emocional que recibimos. Hablando en registro psicológico porque la actividad está reforzada positivamente.

Digresión sobre el esfuerzo

Por cierto, una de las cosas que no entenderé jamás es a los padres y educadores que tratan por todos los medios que sus hijos y educandos no se esfuercen, esperando de manera mágica que obtengan grandes logros académicos, deportivos y otros. Claro, para el maestro no exigir es lo más fácil para no hacerse problemas con la Dirección y ganarse el aprecio de papis e hijos aprobando a los discentes. Y para los papis y mamis es no hacerse problemas. Pero nada se debería lograr sin el esfuerzo correspondiente y en justa competencia en igualdad de condiciones con los pares. El problema es que algunos creen que los pares sólo son los de la propia clase social, de resulta que son reyes tuertos en nuestra nacional tierra de ciegos. De repente eso explica por qué en los últimos Juegos Panamericanos nuestro desempeño dio vergüenza en casi todas las disciplinas deportivas. Logramos el puesto 21 de 28, con 2 medallas de plata y 5 de bronce. Estados Unidos, Cuba y Brasil se llevaron los Panamericanos a ritmo de entrenamiento, y encima de nosotros encontramos superpotencias como Ecuador, Guatemala, Puerto Rico, Jamaica, Bahamas, las Islas Caimán, las Antillas Neerlandesas y Costa Rica, países mucho más pequeños y supuestamente menos desarrollados que el Perú. Pero no hay periodista que hable de ello, ni esto parece importarle absolutamente a nadie. Y que conste que digo eso precisamente el día que todo el periodismo grita Fútbol por el partido entre Ecuador y Perú en Quito. Por cierto, el Fútbol es una bella disciplina deportiva que se diferencia de las demás en que aquí sí corre plata. Y doy fin a la digresión.

Más sobre práctica lectora

Si hay algo que es definitivamente cierto, es que los niños crecen y tienden a seguir sus propias ideas. Podríamos obligarlos a leer, por ejemplo, sentándolos en el sofá con el libro, la tele apagada y guardando el silencio debido, y yo digo que sentar al chico a leer por obligación es la mejor manera de no lograrlo. Como todos saben, menos aquellos que debieran saberlo, obligar a alguien a hacer algo es el modo adecuado de que no se haga o que se haga mal, si no ahora, en la rebelde adolescencia. Si la lectura es asumida e impuesta como un trabajo penoso – aún me pregunto quién será el baboso que dijo que el aprendizaje tiene que ser farragoso y aburrido -, pues el chico no querrá leer, así de sencillo. O lo hará de pésima gana, siguiendo la línea del mínimo esfuerzo, y haciendo todo lo posible para acortar el tiempo lo más posible. Es que en una sociedad que no lee ni aprecia la lectura ni la inteligencia, hay miles de maneras de evitar ese penosísimo y absolutamente inútil trabajo de pensar. Hay televisión (¡Y qué televisión!), radio, computadoras, internet, juegos de video y mil otras cosas más interesantes y a veces embrutecedoras de hacer. Y entre algo pesado y aburrido y algo bacán, pues hay que ser muy idiota para irse por lo aburrido, a no ser, claro, que te obliguen a ello.

Lo que hay que fomentar

Aparte de la parte científico-pedagógica, que graduará progresivamente técnicas, procedimientos, textos, dificultades, extensiones, temáticas, estructuras, tecnologías y toda la semiótica involucrada – hoy en día la lectura no es lo que era, se ha vuelto más compleja -, se trata de fomentar el gusto por el esfuerzo productivo y la sana intención de comprender lo que se lee. Hay actitudes involucradas, y lograrlas es la parte más importante y difícil del esfuerzo de los padres y educadores. Pero claro, ello no se puede medir en número de libros, y por eso no se le da bola. Después de todo, leer doce libros a punta de pistola al año es lo mismo que leer doce libros por gusto, si a los indicadores nos remitimos. Pero no hay lectura provechosa sin comprensión lectora, y menos mal la barbaridad de la lectura veloz no consiguió infiltrarse en la práctica pedagógica, aunque ello muestra que la comercialización de la necesidad resulta en un facilismo exasperante, demasiado vinculado al neoliberalismo cultural. De hecho, los que mejor están aprovechando la emergencia de la comprensión lectora son las editoriales gracias al Plan Lector. Y ello porque en la práctica seguimos tratando de meter vino nuevo en odres viejos. Comprender lo que se lee, por ejemplo, no se hace con diccionario, aunque en todas las listas escolares encontramos diccionarios, que en muchos casos simplemente se compran y no se emplean nunca. Permítaseme otra digresión: El Diccionario Monolingüe es una valiosa herramienta para lingüistas, filólogos, traductores, periodistas (los de verdad) y otros especialistas. Es útil además para los que hacen crucigramas o tienen alguna duda gramatical, pero el lenguaje escrito que todos debemos aprender a emplear no se maneja con diccionarios. Hay registros diferentes – y aumentan cada día - en el lenguaje que hacen de los diccionarios algo bastante poco útil, y las gentes comunes obtenemos el significado de las palabras no de paporretear diccionarios, sino del contexto de todos los textos que escuchamos y leemos. ¿Quién gana entonces con meter los diccionarios en la danza? Pues las editoriales, los que reciben comisión por recomendar diccionarios, y pare usted de contar.

Confundir la velocidad con la manivela

Los indicadores últimamente están de moda. Se cree que “mejorándolos” se resuelve el problema. El Plan Lector básicamente busca asegurar la exposición de los alumnos a textos escritos, y eso no es negativo per se. El problema es que al confundir la velocidad con la que andamos con la manivela de la bicicleta creemos que aumentamos la velocidad si cromamos la manivela. No basta con tener libros accesibles, hay que manejar técnicas y procedimientos pedagógicos con ellos, y muchas veces estos serán remediales, atendiendo al calamitoso estado del estudiantado. Limitarnos a obligar la lectura de textos suele tener efectos contrarios a los buscados, porque obligamos a la lectura no para que los chicos lean, sino para mejorar la estadística y tener algo qué decir cuando nos pregunten. Es decir, para mejorar el indicador, no la lectura. Es decir, metemos Vino Nuevo en Odres Viejos, que se desfondan y derraman el vino.

Textos

Doce libros exige el Ministerio cada año, y eso es inevitablemente sacrosanto para la burocracia. Además en muchos colegios particulares facilistamente se aumenta la cifra a fin de vender la finta de la calidad educativa. Por otra parte, hoy en día el fast-book, de lectura “fácil” y nada exigente es un resultado de la emergencia educativa, no una manera de superarla, aunque muchos profes parecen entender el asunto al revés, y creen que ser moderno y adaptado a las necesidades de los chicos es darles la cosa masticada. Y aparte de los fast-books, hay los resúmenes que se pueden bajar fácilmente de Internet sin necesidad de leerlos, los copy and paste de wikipedia para entregar los trabajos escolares, así como las infames adaptaciones que tan bien describe y denuncia el colega Manuel Valdivia en su blog Gaceta de Educación y Pedagogía, donde se ha llegado al empleo de adaptar textos de la literatura universal, y un anónimo adaptador, un “x” cualquiera, le enmienda la plana literaria a Charles Dickens, James Joyce, Roald Dahl o Camilo José Cela, so capa de que son “demasiado difíciles”.

Para remate, los textos hoy en día son de muchos tipos y diversos soportes, y justamente si algo ha variado es no el mecanismo del leer mismo sino los registros, contextos y códigos del lenguaje. Por ejemplo hay un lenguaje visual reflejado en el cine, la televisión, el video, etc., y resulta que todos aprendemos ese lenguaje, aunque algunos lo hagan muy mal. Pero se podría ser perfectamente analfabeto en ese u otro lenguaje y necesitar alfabetizarse. Hoy en día se habla de analfabetismo científico porque demasiadas personas no saben ni entienden o peor aún, mal entienden, el lenguaje científico y tecnológico. Como vemos, el acto de leer se inscribe en algo mucho más amplio y bastante más complejo, la creciente multiplicidad de lenguajes y registros que la realidad exige. Nadie puede negar el inmenso desarrollo de la visualidad, y demasiados padres y docentes están aún anclados en la lectura tradicional y erudita. La situación ha cambiado notablemente, y los lenguajes visuales establecen su autonomía, lo que es enriquecedor y no necesariamente compite con la lectura. Pensemos en adaptaciones de obras literarias como la serie de Harry Potter, El Señor de los Anillos o El Nombre de la Rosa, que no son ni pueden ser iguales a leer os libros, porque recurren a códigos semióticos completamente distintos.

Textos e Imágenes

Antes de la invención de la Fotografía, el Cine, el Video y la Televisión no existía una cultura social basada en la visualidad, y por eso las obras literarias y demás textos creados antes del Siglo XX que se les entrega a los alumnos para que los lean les producen en general un mortal aburrimiento, a no ser que se les explique pedagógicamente. Víctor Hugo, por ejemplo, era un descriptor formidable, y en su obra Nuestra Señora de París le dedica la tercera parte del espacio – la central - a describir la Catedral de Notre Dame. Los autores de antes de la Visualidad tenían que describir el escenario para que el lector se hiciera la composición del lugar donde acontecían las cosas que narraba. Obviamente en una cultura donde todos hemos visto o podemos ver fotografías de Notre Dame, no necesitamos en general imaginarnos la Catedral, pues ya está en la cultura general, del mismo modo que conocemos la Torre Eiffel aunque no hayamos ido a París. Un autor como Umberto Eco en El Nombre de la Rosa hace describir al personaje Adso la Abadía y las esculturas porque en la cultura medieval era eso lo que se hacía, pero complementa sabiamente – él y/o sus editores - con planos y fotografías. Los autores modernos privilegian la acción psicológica y física, para que sus lectores puedan meterse en la piel de sus personajes. La actual novelística se nutre de la Internet y los nuevos procesos lectores que desencadena. Necesitamos tener más en claro qué queremos.

Las versiones cinematográficas de ciertas obras literarias son distintas de las obras escritas, y por eso se dicen que están basadas o son adaptaciones. Algunas de ellas son realmente buenas y perfectamente utilizables, como El Señor de los Anillos. Otras son francamente comerciales y de poco valor al traicionar el espíritu de la obra, cosa que pasa por ejemplo con “Soy Leyenda”, que le da una vuelta antrópica a la intención del autor. Para enseñar a leer y a comprender lo que se lee hay que pensar la cosa en su contexto social global y local. Pensemos en películas como “El último guerrero chanca”, que se construye sobre el conocimiento histórico que los peruanos poseemos bien o mal. Por desgracia nuestros docentes carecen de la posibilidad hasta de ir al cine, lujo que no pueden permitirse así nomás.

Lo taxativo del Odre

Que tengan que ser taxativamente doce libros al año, cifra que no discrimina ni el tamaño ni la dificultad de los libros, dejando a las instituciones educativas su elección y el trabajo a hacer con ellos, con limitadísimo apoyo técnico, implica que las autoridades educativas, para variar, se concentrarán en evaluar que sean doce libros, ni más ni menos, aunque uno de esos libros sea “Ulises”, “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, o “El Mundo de Sofía”, y el otro uno de autoayuda o macrobiótica o peor aún, un best-seller. Dícese que la selección de textos se debiera hacer de acuerdo a los gustos e intereses de los directamente involucrados, los chicos, y eso sería magnífico si fuera cierto. Pero rascando bajo la superficie vemos que nuestra cultura autoritaria no permite consultar a los chicos qué quieren leer, sino que en la práctica se les impone un deber ser en este aspecto como en tantos otros. Hasta ahora no he visto una sola Institución Educativa, particular o pública, donde se busquen los intereses y gustos de los niños y niñas. Se interpretan, que es otra cosa, y so capa de que nosotros sabemos lo que es mejor para ellos les imponemos un Plan lector específico, que puede ser magnífico, pero que nace con la falla de origen de la imposición.

Entre otras bellezas que hay en el papel, que aguanta todo, dícese que los textos a usar deben provenir de las diversas disciplinas, pero es conocido que la secundaria vive metida en sus comportamientos estancos, y como el Plan lector es cosa del área de Comunicación, pues que sean ellos las que se apañen con ello, y serán ellos los que tendrán el mérito o la culpa. De hecho, Vargas Llosa será muy bueno, pero no todos los chicos serán literatos, y leer a Flores Galindo o Jurgen Golte es igual de necesario. O cuando menos leer o utilizar los textos escolares, algunos de buena factura. Este es otro Vino nuevo que el Odre no aguanta.

¿Es malo el Plan Lector?

No, definitivamente no lo es. Pero puede serlo si el contexto en que se trata de desarrollar es autoritario o represivo. Pero si de algo estoy seguro es que hay muchísimos padres, profes e instituciones que tratan de hacer las cosas bien. Emplear adecuadamente las normas ministeriales para obtener resultados visibles y adecuados es cuestión de buen criterio, pero éste no abunda en las burocracias privadas y estatales. Las magníficas intenciones de los que pensaron el Plan Lector se pasman en su aplicación, que arruina una buena idea y las convierte en exactamente lo contrario de lo que se trata de conseguir. Tratemos que no sea así y que el gozo de la lectura se expanda.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Perú: ¿dónde hay más casos de bullying?

Sondeo revela que este fenómeno de violencia escolar se da con más incidencia en escuelas primarias de Ayacucho, Junín y Lima Este. Se debe identificar los factores que desencadenan la violencia en escuelas. (Perú.21)
Un reciente estudio reveló que en los colegios de primaria de Ayacucho, Junín y Lima Este se registra más incidencia de violencia escolar o fenómeno sicosocial conocido como ‘bullying’, pues en los establecimientos escolares de esas zonas se registró el 47% de ocurrencias.

De acuerdo con la última encuesta, desarrollada con cerca de un millar de escolares por el Programa de Capacitación y Atención a las víctimas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el 34% de los estudiantes no comunica estos hechos a sus padres o tutores y al 63% no le interesa defender al agraviado.

En tanto, el 25% indica que ante estos actos de violencia los padres y profesores no reaccionan.

Frente a este panorama, la Coordinadora Nacional del Programa Fiscales Escolares Julita Pachas, explicó que el Ministerio Público, en su lucha por mejorar su estrategia de prevención, viene aplicando políticas de afianzamiento interinstitucional con el Ministerio de Educación, con quienes trabaja campañas de orientación y sensibilización con niños y adolescentes del país.

La fiscal provincial de familia, Irma Díaz Livaque, precisó que la violencia escolar, conocida como ‘bullying’, es un fenómeno que parte de una responsabilidad conjunta de los actores de justicia, los padres de familia y los estudiantes.

Díaz Livaque dijo que el rol del fiscal debe enfocarse en orientar y buscar alternativas de solución, no precisamente en acciones que recaigan en una sanción penal sino más bien de tipo educativas, a cargo de equipos interdisciplinarios que permitan el restablecimiento de una justicia restaurativa.

La especialista del área de psicología del Instituto de Medicina Legal, Catalina Florez Fuentes, señaló que es importante identificar los factores que desencadenan este patrón denominado ‘bullying’.

Entre estos se encuentran factores “predisponentes” relacionados con algún tipo de enfermedades psicológicas, los “determinantes” que se originan en maltratos familiares y los “detonantes” donde la oportunidad de ataque del agresor a su víctima es evidente
PERU 21. Actualidad | Jue. 20 ENE '11

INCLUSIÓN SOCIAL o Contra la Pobretología (I)

“Hay tres formas de mentir: Las mentiras descaradas, las medias verdades, y las estadísticas” (Anónimo)

Pensé titular este artículo “Contra la Estadística”, pero la Estadística es una ciencia respetable y extremadamente útil, cuando se la sabe usar. Como toda herramienta debe ser utilizada de acuerdo a sus propias reglas. Si tomo un martillo por la cabeza en vez de por el mango, mi capacidad de colocar un clavo en su lugar queda por lo menos obliterada. Si trato de usar una computadora para que piense por mí, me encuentro con esa famosa frasecita sobre las computadoras: Confiables, Exactas, Estúpidas e Imbéciles, o el conocido SISO: “shit in, shit out”. Para transportar una aspirina puedo emplear un portaaviones, y la aspirina será transportada, aunque de manera bien poco efectiva. En la Estadística hay deformaciones que no proceden de sí misma, sino de su empleo para apuntalar objetivos políticos. En diversas ocasiones hemos señalado los grandes problemas que hay alrededor de las Estadísticas aplicadas en el Perú. Como arma política es sumamente interesante, de cara a la opinión pública de la ciudadanía. Creemos, por ejemplo, que la pobreza ha disminuido, aunque cada gobierno ha añadido su batiburrillo a las labores de recolección de información, su interpretación y difusión de acuerdo a sus muy particulares intereses. Es muy bacán si como gobierno podemos decir que se redujo la pobreza, o que el analfabetismo ha sido erradicado. Sin embargo, si rascamos un poco debajo de la superficie encontramos algunos hechos poco felices, que atemperan cuando menos el optimismo.

Medir Pobreza y medir Inclusión
 
La Inclusión Social y la Pobreza son temas complejos. Que hay relación entre ellos, es obvio, pero cuál pueda ser ésta no está claro. Empecemos por la Pobreza: Su medición es uno de esos hechos poco felices en los que se toman decisiones sobre la base de la publicidad de indicadores confundidos con Valores y Variables, y Variables confundidas con las Definiciones Operativas, Nominales y Reales, y éstas últimas a su vez confundidas con Conceptos. Así si resulta que este mes gastaste 50 céntimos más que el anterior, saliste de la Pobreza. Ello, que linda con el absurdo proviene de confundir un indicador con un concepto, y éste con una situación. No sabemos quién determinó una cifra y no otra como límite, ni por qué ni cómo, aunque supongo que debe haber muy buenas razones. Además está la cuestión de la foto y la película: Yo puedo tomar un momento determinado justo antes de que suban precios, y decir abusivamente que la pobreza bajó porque el indicador tal bajó, y atención, no es que eso sea necesariamente falso, es apenas falaz. Si al día siguiente de que anuncié con bombos y platillos la reducción de la pobreza resulta que suben los alimentos o combustibles, tendría que rehacer toda mi ecuación, y corregir lo dicho, porque el gasto de 50 céntimos, uno, dos o cinco soles de más ya no corresponde al nivel de precios con el que se hizo el primer cálculo. De hecho, los cambios en los niveles de precios, qué obvio, tienen que modificar los valores del indicador de un año para otro, de un mes para otro, e incluso de una semana o día para otro/a. Si yo anuncio hoy que la pobreza bajó porque bajó el indicador de gasto, y mañana suben los precios de subsistencias o combustibles, y no modifico la información, pues digo la verdad cuando digo que el gasto es mayor, pero con los precios de ayer, no los de hoy. Tengo entre manos una información real, pero manipulada e interpretada de manera sesgada para dar la impresión que avanzamos. Y eso empieza a lindar con el engaño.

El 16 de Octubre fue el día internacional de las personas con discapacidad, y además es día nacional de la educación inclusiva. Como quiera que estas efemérides nos importan y están en relación directa con el tema que nos ocupa, debiéramos tratar de ellas a la luz de lo mencionado. ¿Cómo medimos la Inclusión Social? ¿Qué relación tiene la Pobreza con la Inclusión? He aquí un debate que seguramente es muy académico, pero que debería interesarnos, pues de lo que saquemos en limpio determinaremos acciones a tomar.

De donde salen los Indicadores

Los Indicadores salen de determinadas Variables a través de las cuales se determina la presencia o no de una determinada situación. Decimos que el nivel de gasto mensual que las personas realizan es un indicador razonablemente confiable de su nivel socioeconómico. No es descaminado. Es obvio que cuando hacemos un gasto priorizamos ciertas cosas antes que otras, salvo que estemos medio chiflados. Por lo general comemos antes de comprarnos una casa, y entonces de la variación de ese nivel de gasto se puede deducir la situación de los pobres. Si gastas más – precios ceteris paribus, es decir, si gastas más con precios iguales – es porque sin duda mejoras tu calidad de vida, eso es bastante obvio. El dato puede asumirse con moderado optimismo, sobre todo si ese aumento es constante en el tiempo y no sufre decrecimientos notables. El indicador mide un valor en dinero, que si aumenta indica que el número de pobres baja, y si disminuye indica que el número de pobres sube. Y de ahí sacamos los porcentajes a los que tan aficionados somos.

La Variable del Gasto es entonces importante para medir, y seguramente se eligió porque hay mucha economía informal y subterránea, y medir los ingresos resulta muy difícil. Pero ¿qué es la Pobreza, o qué es ser pobre? ¿Y qué relación tiene con la Inclusión Social? Normalmente para llegar a los Indicadores hemos tenido que pasar por todo un proceso que “baja” desde el Concepto, pasa por la Definición, llega a una Definición Operacional, de ahí a Variables, para culminar recién en los indicadores.

Concepto de Pobreza

INEI, cuya página consultamos, reconoce que medir la pobreza es un tema complejo. Se relaciona con diversos conceptos opuestos, como la riqueza; o con conceptos complementarios y traslapados, como por ejemplo el “estatus” o la “insatisfacción”, que se relaciona con la percepción de las propias necesidades. Las necesidades humanas son extraordinariamente complejas, con rasgos objetivos y subjetivos, no es solamente que yo sea pobre si no tengo plata, también la sensación manda. Una persona se puede sentir más pobre porque no puede subvenir su necesidad de llenar la piscina por ejemplo, y esa sensación lo puede llevar a percibir que “baja de nivel”, pues no puede, efectivamente, satisfacer la necesidad de bañarse cuando hace calor. La sensación de carencia es, pues, importante. Pero hay también el aspecto objetivo, sobre todo si se vive en un clima muy caluroso, y la ausencia de piscina puede implicar la muerte por deshidratación. Y los muertos no gastan. El 89 % de la población sobreviviente del Perú se computa a sí misma como Pobre, según Encuesta Nacional de Hogares. Es una interesante discusión académica, si bien soslaya, como todos los conceptos, las situaciones concretas, porque ser pobre es una cosa, y la Pobreza en cuanto idea o concepto es otra. Aterrizar el concepto para los estadísticos resulta muy complejo, porque prefieren tratar con generalidades. No es que esté mal, es que simplemente en medio del tráfago intelectual y matemático se pierde la perspectiva humana.

Se agrava entender el concepto de Pobreza se agrava cuando tratamos de describirlo. Si hablamos de necesidades básicas, entonces cuáles son las no-básicas. La alimentación es definitivamente importante, pero el mantenimiento de la Salud, la calidad de la vivienda, la posesión de vestido y abrigo, el acceso a la educación, la capacidad de ejercer ciudadanía, el acceso a los derechos humanos, etcétera pueden ser considerados en sí mismos o en relación con la ingesta de alimentos o cualquier otra idea. Es que según las condiciones te puedes morir o enfermar tanto si no comes como si comes mal, o hace demasiado frío y estás a la intemperie o sin ropas adecuadas, o sin las vacunas correspondientes. Las condiciones de vida presentan facetas interrelacionadas: Si gozo de salud, es porque mis requerimientos nutricionales están más o menos cubiertos, pero si no puedo solventar el costo de las vacunas o el tratamiento de accidentes o enfermedades estoy complicado. Vivienda es toda cosa con techo, pero si no tengo desagüe mi posibilidad de enfermar aumenta, y si gasto en sanarme limito la compra de alimentos. La vulnerabilidad es, por ende, otro concepto vinculado. Se puede vivir al borde de la pobreza en determinado contexto, pero si soy vulnerable puedo perder fácil ciertas condiciones mínimas de vida.

No es demasiado difícil catalogar a una persona pobre. El problema es clasificar a grandes cantidades de personas como tales, lo que es necesario si tratamos de tomar decisiones con recursos escasos. Hay que cuantificar, saber cuánta gente es pobre. Y por eso tenemos que discutir qué significa ser pobre. Por lo que hemos visto, INEI detiene su preocupación en este punto, y en sus documentos públicos salta directamente a los métodos de cuantificación. Es como si nos dijeran que, bueno, el problema es complejo, no nos corresponde a nosotros más que las malas noticias, así que lo que necesitamos es un método simple, pasar por alto la discusión sobre la Definición Real, que es medio filosófica, e irnos de frente a una definición nominal, que entendemos mejor y nos permite avanzar. Ahí nos dicen que la premisa es que hay pobreza cuando una o más personas muestran un nivel de bienestar inferior al mínimo necesario para la sobrevivencia. Qué sea eso de la sobrevivencia queda una vez más en el aire. Parece a veces que cuando de estadísticas se trata nos apuramos en pasar a la tranquila superioridad de los números, y olvidamos que los números sirven para medir algo, y que si ese algo lo dejamos en la nebulosa pues entonces nos faltará precisión y focalización. Definir la pobreza por la sobrevivencia no parece que sea adelantar algo. También los presos de los campos de concentración Nazis sobrevivían. Pero lo cierto es que dejar de discutir nos ahorra saliva y palabreo, y ahí la dejan.

Definición Nominal de Pobreza

Ya que eres pobre si no sobrevives, que es lo que nos dice, podríamos jocosamente decir que eres pobre si ya estás muerto, pero que si no te has muerto todavía es probable que no seas pobre, y eso significaría que estás en un nivel de bienestar superior al de la línea de sobrevivencia. A la vez podríamos decir que puede que no estés muerto, pero sí en proceso de morirte, precisamente porque estás por bajo la línea de supervivencia. Yo me sospecho que eso se puede medir usando esa cosa estadística denominada “expectativa de vida”, que es cuánto tiempo vivirías si las condiciones que presidieron tu nacimiento se mantienen. Lo interesante de esta definición nominal es que nos proporciona una línea de pobreza, es decir una línea que puede medirse considerando las condiciones en las que saldrás de la situación de candidato a la fosa, hacia una situación de bienestar, signifique eso lo que signifique.

Es interesante el nivel valorativo que se subraya: El bienestar se mide en la medida que puedes sobrevivir o no, entendido como que alcanzas una edad respetable. Si sobrevives, es porque tienes un nivel de bienestar, y no eres pobre. Y si te mueres, es porque no tienes el nivel de bienestar requerido para la sobrevivencia, te mueres antes de lo que debes, y por eso eres pobre. Tengo la sensación que aquí hay un razonamiento en círculos. No soy estadístico, pero me parece un tanto circular y simplón considerar que si te estás muriendo es porque estás por debajo de los niveles de bienestar. Los conceptos de bienestar, sobrevivencia y pobreza en apariencia no han sido considerados a cabalidad, probablemente por la urgencia de dar una cifra con la que se puedan hacer cosas. Los estadísticos no son malos chicos, solamente es que ven las cosas en términos de escalas y números. Atraquemos con esto provisionalmente.

Cuantos pobres hay

Se trata entonces de hallar Variables, de preferencia solamente una o dos, significativas y manejables, de modo que trabajemos menos para llegar a lo que queremos. Hay tres métodos de medición internacionalmente reconocidos: Línea de pobreza (LP), Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y el integrado (I), que combina las dos anteriores. Hagamos el análisis correspondiente. En 1997, en América Latina, doce países empleaban el LP, ocho el NBI, y siete el Integrado. El indicador de marras que se ha publicitado hasta el extremo para decir que somos menos pobres proviene obviamente del método de Línea de Pobreza.

El empleo de uno u otro método depende de la definición de pobreza, que ya hemos visto presenta algunas falencias conceptuales. LP se basa en el consumo privado, en tanto que NBI se orienta hacia la inversión pública y privada, y el consumo público. Así, a vuelo de pajarraco, parece que integrar ambos resulta ser más informativo, desde que las personas no se mueren solamente por no tener plata, sino porque puedes tenerla y no haber hospital, o carreteras para producir una oferta nutricional más equilibrada. Se elige un método por razones prácticas metodológicas y de proyección demográfica y económica. Veamos qué pasa con el método Integrado al clasificar a los pobres: Pobres crónicos - grupo más vulnerable con al menos una NBI e ingresos o gastos por debajo de la línea de pobreza; Pobres recientes - los que tienen sus NB satisfechas pero sus ingresos por debajo de la línea de pobreza; Pobres inerciales - los que tienen al menos una NBI, pero con ingresos o gastos por encima de la línea de pobreza; y por último los Integrados socialmente, - no tienen necesidades básicas insatisfechas y sus gastos están por arriba de la línea de pobreza.

Aunque en teoría en el Perú empleamos el método Integrado, solamente escuchamos hablar de Pobres y Pobres Extremos, lo que sugiere una especie de conspiración de silencio para no mencionar ese tema lisuriento de Pobres Crónicos, Estructurales, Recientes o Inerciales. El dato de reducción de la pobreza que todos manejamos proviene de un indicador del método LP, y así pasamos olímpicamente por alto problemas conceptuales graves, como el de la separación entre políticas económicas y sociales. Según parece, optamos en el pasado por mantener “cuerdas separadas” en tal sentido, con el efecto perverso de la estigmatización de la pobreza, y el contenido ideológico anexo de que si el pobre es pobre es porque se lo merece. Además, privilegiar la LP pasa por agüita caliente la estructura económica, e introduce coyuntural como el tipo de cambio. Otro problema más, bastante práctico, es que el Método Integrado siempre registra mayor cantidad de pobres que si solamente trazamos una raya en el piso. Un indicador basado en una Línea de Pobreza rinde más réditos políticos, o sea permite administrar más jarabe de pico a la población y hacerle creer que la pobreza disminuye, aunque tengamos un déficit de infraestructura enorme, como de hecho es el caso del Perú.

Ah, las definiciones

Maquillar es fácil si se sabe cómo, y aprovecha la ignorancia estadística de la población o la candorosa confianza en los liderazgos políticos. Ir de la definición nominal a la operacional de manera “conveniente” es uno de los tantos procedimientos de hacer la finta que existen en nuestra patria. Tomemos el caso del concepto “hacinamiento”, que indica cuántas personas viven en una habitación. En Bolivia la cifra es 2.5 personas, y hay hacinamiento. Pero en el Perú para que una habitación esté hacinada requiere de cuatro personas. La cantidad de indicadores también cuenta. Bolivia considera la salud un NBI, por ejemplo, pero el Perú no. Es decir, si gastas no eres pobre, pero igual te morirás porque el Hospital más cercano está a 30 kilómetros de distancia a campo traviesa. Pero cuando comparamos nuestras cifras con las bolivianas, les ganamos, claro que con el árbitro a favor y con arcos de diferente tamaño. Pero ganamos, aunque no se puede comparar sino en los mismos términos, y si para los peruanos el hacinamiento es mayor, y no consideramos la Salud como NBI, pues siempre podremos hacer la finta que “estamos mejor” que Bolivia, aunque no se consideren ni los mismos factores ni las mismas cantidades operacionalizadas. Así convertimos a Bolivia en nuestro tradicional premio consuelo, aunque como está empezando a fallar, siempre nos queda Haití.

Los organismos internacionales

Ya hemos visto que si todos medimos como nos da la gana, entonces nuestras cifras no pueden compararse impunemente. Los organismos internacionales emplean sus propios modelos por sus propias e inescrutables razones, pero parece que algunas de ellas se ajustan a sus necesidades, que no a las nuestras. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por ejemplo, emplea la LP, que divide a los Pobres en Pobres Extremos, Pobres No Extremos, y No Pobres. Para hacerlo compara el ingreso con la LP para definir la magnitud de la pobreza, determina el costo per cápita diario expresado en dólares, define el valor de la LP, y el valor de la LP total, y luego califica a los hogares. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) emplea también una variante de la LP. Parten de una línea de pobreza extrema metropolitana que corresponde al valor de una canasta básica de alimentos metropolitana. La línea de pobreza extrema del resto urbano es asumida como el 95% de la línea de pobreza extrema metropolitana y la línea de pobreza extrema rural equivalente al 75% de la misma. La línea de pobreza total urbana es asumida como el doble de la línea de pobreza extrema, y la línea de pobreza extrema total rural es igual a la línea de pobreza extrema aumentada en 75%. Los hogares son calificados con los mismos criterios que sigue el BID. Quizá esto tenga algunas ventajas, al emplearse un criterio objetivo de cierto interés, el valor de una Canasta Básica. Por otra parte es obvio el sesgo urbano. El Banco Mundial (BM) compara el consumo con las líneas de pobreza. Para poder hacer comparaciones válidas, ajusta los datos de los países a dólares per cápita diarios en términos de precios internacionales, según la paridad del poder adquisitivo. Así define una línea de pobreza internacional, considerando pobres a los que viven con ingresos por debajo de dicha LP. Esto tiene la virtud de normalizar la data y poder comparar a los diversos países, cosa que ya vimos no se puede hacer con las cifras de cada Institución nacional.

Primer Colofón

Esto hace que nos preguntemos por qué, si existe la información para comparar, y las diversas cifras obtenidas por diversas metodologías, tenemos que asumir como criterio de reducción de pobreza uno y solamente uno, y además aquel que posee menos elementos de objetividad. No decimos tampoco que sea negativo, pero lo cierto es que su empleo ha tenido dos efectos en la Opinión Pública: Uno, dar la sensación de que estamos realmente superando la pobreza, y que por ende las políticas económicas establecidas desde los tiempos del fujimorismo tienen sentido, y Dos, el de invisibilizar el tema de la Inversión Pública en Necesidades Básicas Insatisfechas, con lo que se le encaja el problema de ser pobre a la población. Es decir, si eres pobre, es tu culpa.

Publicado por Javier Bellina de los Heros

INCLUSIÓN SOCIAL o Contra la Pobretología (II)

"Allí donde domina el derecho a la propiedad, donde todo se mide con dinero, no puede hablarse de equidad y bienestar social." (Santo Tomás Moro)


Retomo el punto donde lo dejé. En el artículo I toqué el tema de la pobreza, así que ahora nos toca el tema Inclusión.

¿Inclusión o Exclusión?

Definir Inclusión parece algo extremadamente difícil y hay poca literatura sobre el tema. Parece productivo darle la vuelta e ir al concepto opuesto: Exclusión. El término fue acuñado en Francia en los años 60 y 70 por René Lenoir, Secretario de Estado para la Acción Social del gobierno francés, en su libro “Los Excluidos: Un francés de cada diez”. El libro alcanzó resonancia entre los pensadores galos y europeos, y expresaba el tema de la marginación de diversos sectores del progreso y desarrollo económicos. La idea apuntaba a un ideal republicano de cohesión social y reparto adecuado de los frutos del crecimiento, so pena de que el tejido social se debilite y se ponga en riesgo el sentido de pertenencia a la comunidad política mayor. Si hay sectores de la población que se perciben excluidos de los beneficios que una sociedad produce, dichos sectores no tendrán interés en sostenerla, sino más bien en cambiarla o en secesionarse de ella. Es interesante relevar que esta idea de exclusión no se relaciona a la dependencia, concepto económico, sino a la pertenencia, concepto político. Los excluidos no se quieren ir necesariamente, lo que quieren es participar de sus beneficios sociales, pero si no lo logran, su reacción sería de protesta política, en diversas formas: Migración individual, secesión, autonomismo u otras.

Jacques Delors y sus colaboradores metieron el concepto de Exclusión en el pensamiento de la Unión Europea, que lo adopta oficialmente en 1989. Desde aquí la idea y su contraparte la Inclusión, se expande a través de organismos internacionales como Naciones Unidas, OIT y el Banco Mundial. Los laboristas británicos crean una oficina gubernamental denominada Social Exclusion Unit (Unidad contra la Exclusión Social) integrada a la Secretaría del Gabinete del Primer Ministro, con un sesgo más práctico, dirigido a lo económico. Según parece nosotros hemos hecho algo semejante en nuestro orden republicano, dedicándole un novísimo Ministerio.

¿Exclusión o Pobreza?

El tema de la Exclusión, y su contraparte la Inclusión, está traslapado con el tema de la Pobreza, y en cierto modo se le opone. Aún cuando en estos primeros meses de gobierno se haya creado una primera síntesis, aún debemos diseminarla para transformarla en Políticas Públicas. Seguimos aferrados a un concepto de pobreza que, como hemos visto en el anterior artículo, tiende al economicismo, y no considera una serie de circunstancias sociales con valor propio, como la participación política, la integración social, la redistribución de los beneficios sociales y la pertenencia. Lo opuesto a la Pobreza es la Riqueza, pero no es la Pobreza un determinante de la pertenencia a una determinada Sociedad, por lo menos no en el sentido extremo. Pero parece claro que la Pobreza es una de las principales causas o factores de la Exclusión. Una ventaja de emplear Exclusión es que abarca un énfasis mayor en el tema democrático, al centrarse en el ejercer los derechos sociales, culturales y económicos de las personas para lograr estándares de vida más adecuados a la condición humana. Convierte la solución del problema de la pobreza en una cuestión de derechos y obligaciones sociales, reformula la función del Estado y permite ampliar la mirada en función del tema primigenio de cohesión social y refundación de una sociedad que integre a todos sus miembros respetando la diversidad. Y ello abarca temas como la Inversión Pública, es decir complementar la capacidad de gasto de las familias con la posibilidad de acceder a la infraestructura y servicios necesarios, como escuelas, hospitales y demás.

La dinámica social de la Inclusión

Si dejáramos a la sociedad a su suerte, sin nadie que planifique y dirija, tal vez llegáramos a la sociedad perfecta del neoliberalismo, pero creemos más bien que la entropía sería cada vez mayor. Cuando el Estado y la Sociedad permiten la Exclusión, las posibilidades de mantener integrada la sociedad disminuyen y se produce el riesgo del colapso, a manos precisamente de los grupos de excluidos. La recurrencia de conflictos sociales es un indicador fiable, nos parece, de este hecho. La inclusión social se enfatiza en la medida que trata de aumentar sensatamente la riqueza, mientras a la vez la distribuye de modo que el factor trabajo obtiene una parte más sustancial del ingreso nacional, rompiendo las barreras sociales que han determinado una distribución demasiado desigual de la riqueza. Una legislación laboral sólida traslada recursos desde las utilidades a los bolsillos de los trabajadores, potenciando los mercados internos y eliminando exclusiones sociales. Los programas para balancear la distribución del producto social en dirección a ciertos grupos maltratados tradicionalmente, como jóvenes NINI, madres solteras y ancianos, potencian los mercados internos y elimina ciertos factores de exclusión. Así también lo hacen el cumplimiento de las leyes a favor de las personas con discapacidad, el impulso a la educación inclusiva y la consideración de los derechos de los grupos étnicos y lingüísticos tradicionales. Se reconoce en todos estos grupos de Excluidos su contribución a la nacionalidad, se eleva su autoestima, se les incorpora a la Nación y de paso se cambian los paradigmas acerca de la Pertenencia.

Visto desde estas perspectivas políticas, sociales y económicas, la Inclusión Social se orientaría entonces a reformular la concurrencia a los mercados de factores económicos para repartir adecuadamente el producto nacional y hacer así participar a todos de los frutos del crecimiento.

Inclusión y economía

La política de Inclusión y sus determinantes parecerían en consecuencia un modo de reconciliar las necesidades de la economía con las de la sociedad, integrando la respuesta económica con la social, en una apuesta de mediano plazo por la reformulación de nuestro país, coordinada y fomentada desde el poder democrático. Dado que el acceso al capital ha sido dificultado tradicionalmente por la presencia de oligopolios y alianzas espurias entre éstos y administraciones estatales febles y no distributivas, se ha mantenido fuera del reparto de la torta a grandes sectores de la población. Estos sectores han tenido tradicionalmente grandes dificultades para crear, acumular y/o acceder al Capital dadas ciertas condiciones de vida que determinan precisamente su exclusión; como la oligopolización del sistema financiero, la inoperancia de los sistemas de Salud, la educación de baja calidad y carencia de formación para el emprendimiento de los jóvenes, personas con discapacidad, mujeres, agricultores, etcétera; la dificultad de patentar y desarrollar ciencia y tecnología en nuestro país, y otros. El ascenso social meritocrático se ha visto así bloqueado. La respuesta de la sociedad desorganizada fue capitalizar basándose en la Informalidad social y económica, subordinada a la capitalización formal y alimentada de sus migajas o por evasión fiscal. Incluir implica por lo tanto formalizar el capital, de manera que se puedan integrar los sectores excluidos de la nación a su dinámica económica.

El acceso al trabajo ha sido tradicionalmente bloqueado también por la hegemonía de actividades económicas extractivas, como la Minería, intensivas en capital, pero muy pobres en empleo de mano de obra. La educación de mala calidad y su estructura excluyente, no proporcionan oportunidades para que las personas puedan responder a las necesidades reales de la sociedad, y por lo tanto fomenta la emigración, pasa por alto la tecnologización de la sociedad y prepara para puestos escasos y mal pagados en el sector de servicios, siguiendo el modelo chileno de mercado, como se sabe en colapso hoy en día por el lado más insospechado. El trabajo por ende, también es informal, y como el Capital y la Tierra, y de hecho todo bien escaso, es objeto de corrupción.

El acceso a la Tierra es doblemente importante para nosotros desde que la agricultura no solamente es una actividad productiva, sostenible y con amplias ventajas comparativas, sino que es tradicional en nuestro país, internacionalmente estratégica, y creadora de puestos de trabajo. La ciudad abusa del campo en el ámbito de los precios y la comercialización, en desmedro de grandes grupos de excluidos en nuestro país. La propiedad agraria es muy insegura, y además difícil de ser rentabilizada por grandes sectores sociales. La agenda inclusiva en este caso es tan importante como en el caso del capital y el trabajo.

Pasar de la Exclusión a la Inclusión

Hay dos aspectos en los que resulta importante establecer políticas de Inclusión: La distribución social de los recursos existentes, y la producción de mayor y mejor cantidad y calidad de recursos. El aumento de la presión tributaria permitiría aumentar la parte del estado en la Renta Nacional y redirigirla en función de reducir la exclusión social. Presupone una situación de crecimiento económico sostenido que no se base solamente en el precio de determinados commodities. Presupone también el criterio de equidad, lo que implica que la focalización debe ser más eficaz para atender a las poblaciones más vulnerables e incorporarlas a la economía. Presupone sobre todo una inyección de fondos hacia la sociedad en su conjunto que debería dinamizar la inversión pública y privada, y el fortalecimiento de la economía nacional de mercado, sobre una creciente demanda de bienes y servicios en el interior, de la mano con una inserción más diversificada, amplia, profunda y generadora de capitalización en los mercados internacionales.

La idea de la Inclusión Social parecería ser, por lo tanto, eliminar las tradicionales distorsiones en la concurrencia de las gentes a los beneficios del mercado, aumentando la productividad del factor trabajo en base al aumento de los estándares de calidad de la Educación, la Cultura, la Ciencia y la Tecnología, para así aprovechar con eficiencia las ventajas comparativas diferenciales que nuestro país posee. No parece imposible de lograr, si se tiene una ruta específica, los medios y el equilibrio político suficiente para poder tratar con los actores políticos, tanto los desplazados como los emergentes.

Segundo Colofón

Da la impresión que es posible lograr mayores niveles de Inclusión Social. No queremos caer en un optimismo desaforado. Por otra parte, parece que la población presenta más bien una tendencia a un optimismo moderado y una cierta confianza en lo que la labor gubernamental pueda hacer. Qué tan funcional sea un modelo de desarrollo que no se centre tanto en la dualidad pobreza / riqueza, sino en la de exclusión / inclusión está por verse. Si bien no todo es plata, mucho es plata. Veremos.
 
 
Publicado por Javier Bellina de los Heros
PARTE TRES DE INCLUSIÓN SOCIAL o Contra la pobretología
 
“Un país donde podamos vivir con alegría.” (Perú 2021)

Como decía John “Hannibal” Smith, el líder de los paladines de la serie “The A-Team”, conocido en nuestro medio como “Los Magníficos”, nos gusta cuando un plan se concreta. Por lo general esto quiere decir que cada vez que lanzamos al aire un artículo deseamos que éste arroje luz sobre un tema determinado, y además genere discusión y bronca de la buena, vale decir que nos arrojemos ideas a la cabeza y nos rompamos la crisma a conceptualizaciones, en busca de una comprensión común y una verdad construida entre todos.

Si algo parece desprenderse de las dos partes anteriores de este artículo Contra la Pobretología es precisamente el cansancio frente a un tema sobre el que siempre sentimos que mucho se habla, pero que siempre se queda en el mismo sitio. Esta fue también la opinión de Don Michel Azcueta, que tuvo a bien dirigirnos unas líneas mostrando su acuerdo con lo escrito y manifestando la necesidad de seguir dándole con todo, y además y en particular tratar del MODELO DE DESARROLLO, con sus objetivos, metodologías y consecuencias. Trataré de hacerlo lo mejor que sepa.

En Agosto pasado y sobre la ola del triunfo electoral de Ollanta Humala, Don Michel Azcueta publicó un artículo al respecto, que me permito copiar para conocimiento de mis lectores.

INCLUSION SOCIAL: ¿HACIA DONDE? - Michel Azcueta.
Suelen decir que son los franceses o algún sociólogo perdido los que inventan nuevos nombres para antiguos conceptos cambiando, anulando o disimulando muchas veces el significado original de las palabras que pretenden sustituir, y logrando difundirlas de tal manera que se ponen de moda…Esto ha ocurrido y sigue ocurriendo especialmente en el campo de la práctica social y de las políticas sociales donde las palabras y conceptos de justicia, igualdad se fueron dejando de lado al ser invadidos por la “concientización”, la “participación”, el “empoderamiento” y, desde hace unos años, por la “inclusión social”...
De tal manera se han metido las dos palabritas en nuestro medio que todos las utilizamos aunque no sé si con el mismo contenido y en el mismo sentido: políticos, gobernantes, empresarios, periodistas, intelectuales, dirigentes sociales y populares. Por lo menos, parece que hay algo en común: el reconocimiento que existen “excluidos” y la necesidad de que hay que “incluirlos” en algún lugar…Y esta es la discusión central y urgente, dado que el Presidente Ollanta ha declarado a la “inclusión social” como prioridad de su gobierno (escuchemos a todos los ministros con qué temor añaden las palabritas en todo momento…) y dado que hasta se habla de la creación, en enero, de un Ministerio de Inclusión Social (¡!)…
Parece que sobre quiénes son los “excluidos” en la sociedad peruana hay mucha (no total) coincidencia: los más pobres, los de las zonas alejadas de las capitales, los marginados, especialmente niños y mujeres de municipios andinos y amazónicos. Sin embargo, no creo que haya tanta coincidencia entre unos y otros de los arriba mencionados cuándo se trata de la famosa “inclusión”: ¿Quién incluye a quién? ¿Por qué? ¿Adónde hay que incluirles? ¿En el territorio? ¿En la producción? ¿En la alimentación?¿En la cultura? ¿En los procesos dirigidos por los “no excluidos”? ¿Incluirlos en “otro lugar” distinto al existente? ¿Dónde?
Por encima de diferencias ideológicas, pienso que lo principal es que consideremos al Perú como la auténtica casa de todos, donde todos nos sintamos dueños, donde nos sintamos a gusto en cada uno de los rincones de nuestra casa común, donde podamos repartirnos responsabilidades mutuas, donde todos nos podamos sentar a la mesa a la hora de comer y donde todos podamos educarnos y desarrollar nuestras propias potencialidades en beneficio propio y en beneficio de los demás., y, con todo ello, ampliando la casa, haciéndola más grande y más hermosa. Ahí no habría necesidad de “incluir” a nadie en otro sitio.
Al empezar un nuevo gobierno deseamos sinceramente que se hagan las cosas bien y que, en lo que a programas sociales se refiere, no se caiga en lo de siempre que lleva a los mismos resultados que tenemos, desde hace varias décadas y desde diferentes gobiernos. Se me ocurre una propuesta: ¿por qué, en lugar de incorporar la política social al Ministerio de la Producción o al Ministerio de la Mujer, en lugar de crear el nuevo Ministerio de la Inclusión Social, por qué no la incluimos en el Ministerio de Justicia, de la auténtica, de una vez por todas? - Agosto 2011. - Michel Azcueta, Ex Alcalde de Villa El Salvador, Presidente de la Escuela Mayor de Gestión Municipal.

Termino con la larga cita, y de hecho comparto la preocupación de Don Michel, que en su caso se abona por su larga y fructífera experiencia en gestión municipal, así como por su innegable y probada experiencia y vocación de servicio.

Algo avanzamos en el capítulo anterior al respecto de dónde surgía el concepto de Inclusión Social, qué significados, denotaciones y connotaciones posee, y qué proyecciones manifiesta. Lo veíamos y lo vemos como un avance conceptual positivo, que se dirige a destrozar esa pobretología basada en un concepto de Pobreza que da la sensación que se hace algo cuando en realidad lo único que hacemos es dar saltitos sobre el mismo sitio. Y es que concentrarnos en la pobreza me suena a algo así como concentrarnos en la enfermedad, y aunque eso no está mal - de hecho es lo que los médicos hacen - también nuestros amigos matasanos saben que lo mejor que se puede hacer contra la enfermedad es prevenirla, y gracias a ello la Prevención se ha convertido en un paradigma de las políticas de salud. Del mismo modo, y salvando las distancias, luchar contra la pobreza siempre ha sonado a tratar de salvar al moribundo, con lo que nos deslizamos a la caridad. Pero la gente no necesita caridad, necesita empleo. El concepto Pobreza nos desconcentra del tema real, dándonos la sensación que avanzamos mucho si conversamos bastante sobre repartir alimentos cuando de lo que se trata es de crear empleo que le permita a las gentes ganarse la vida y obtener sus propios alimentos. Comparto en toda la línea la idea de Don Michel, no se trata ya de construir Políticas Contra Algo, por más que este algo sea la Pobreza, sino de avanzar a una Política Por la Inclusión. Y eso implica saber a dónde vamos, es decir cuál es el Modelo de Desarrollo.

El Modelo de Desarrollo – Sus objetivos

En nuestro artículo anterior avanzamos un pequeño análisis centrado en los factores de la economía, basados en la idea de que estar excluidos de las bondades del sistema democrático es un problema de pertenencia, que pasa por la producción social de la riqueza, y por ello vimos a vuelo de avecilla cómo podría establecerse políticas de inclusión que incorporen a todos aquellos que no gozan del producto del trabajo social. Preguntarnos quienes son los beneficiarios del proceso de desarrollo, pregunta legítima de Don Michel, implica saber si llegaremos al disfrute pleno de la condición humana en el tiempo que la vida nos concede.

Ello implica en primer lugar mantener la vigencia social de la Democracia. Un sistema democrático que excluye a grandes sectores de su sociedad es un contrasentido en sí mismo. Excluir potencia las fuerzas centrípetas que pueden destrozar la sociedad. Estas fuerzas son la excesiva concentración de la renta nacional, el excesivo poder de los oligopolios que controlan buena parte de la producción, la corrupción, la delincuencia, el narcotráfico, y toda una serie de lacras sociales que son consecuencia de la exclusión. La pobreza vista como condición humana es un accidente, y cualquier sociedad que se respete trata de reducirla hasta la eliminación total. Y la herramienta conceptual y democrática más afiatada al momento pareciera ser la Inclusión Social.

Concretemos. Nuestro país necesita cambiar progresivamente la matriz exportadora de productos tradicionales, en particular mineros, que ha tenido desde la Colonia. Necesitamos reencontrarnos con la ruralidad de nuestra patria. Necesitamos volver al Perú Agrícola y Experto en Biotecnología de antes de la Invasión española. Naturalmente, si tenemos Minería, deberemos explotarla porque necesitamos la palanca financiera para recuperar una matriz productiva basada en la producción de alimentos. Por supuesto seríamos idiotas si renunciáramos abruptamente a la actividad minera, lo que tenemos que hacer es administrarla de acuerdo a los objetivos nacionales. No llegaremos a una matriz agrícola tecnológica y económicamente viable en el mediano plazo si no aprovechamos nuestros inmensos recursos, la biodiversidad de nuestro territorio, y la capacidad de nuestra población. Y eso significa tanto resolver el problema de la propiedad de la tierra, como inyectar capital en el agro, desarrollar las capacidades de la población, y equiparnos con un arsenal tecnológico y científico ultramoderno e integrado con la milenaria sabiduría de nuestro pueblo.

La plata, qué obvio, debe salir de la actividad minera. Ya sé que esto duele a algunos, pero los recursos minerales no solamente se agotarán algún día, sino que los mismos avances científicos y tecnológicos tienden a bajar sus precios, en especial las tecnologías sobre nuevos materiales. Y mañana o pasado de repente a algún genio israelí – como el último Premio Nobel que trabajó precisamente sobre los cuasicristales - pakistaní o nigeriano se le ocurre cómo sustituir el cobre de manera definitiva, y adiós entonces a nuestras reservas. Si alguien cree que exagero ahí está el caso de la plata (el metal), cuyo precio cayó a la mitad en dólares constantes hace dos o tres décadas debido a que a un nerd japonés se le ocurrió un método para revelar películas que no utilizaba el nitrato de plata.

El cómo usar los recursos financieros parece ser claro: Reformular el sistema educativo para mejorar las capacidades de la población para el trabajo y la innovación, potenciar la investigación científica y tecnológica en los aspectos en los que somos fuertes y tenemos ventajas comparativas, inyectar capital a un sistema financiero más orientado al riesgo agrícola, poner en acción más y mejores tierras de cultivo, resolver los problemas de tierras y aguas. Todo esto tiene múltiples aristas de diversos tipos. Para ejemplo un botón nomás: una inteligente división del territorio nacional basado en las cuencas y no en los ríos como límites está aún por hacerse. Nuestra organización territorial tradicional es muy simple: De Corregimientos coloniales a provincias republicanas, y de Intendencias a Departamentos. Pero las Intendencias se crearon para cobrar Impuestos y los Corregimientos para explotar la mano de obra indígena. Es decir, nuestro orden territorial heredado de la Colonia y simplemente descuartizado durante la República no se creó para que fuera funcional económicamente, y es así entonces como podemos entender las macrorregiones que se están planteando como una reorganización del territorio orientado racionalmente a la actividad agropecuaria.

El Modelo de Desarrollo – Sus métodos

Hemos optado no por una transformación revolucionaria, a la que nuestro pueblo le teme, sino por un modelo gradualista. Los resultados electorales mostraron que los intereses de los poderes fácticos y la pesada inercia social hacen de cualquier proceso de Inclusión Social un problema grave. La base política del cambio se amplió, y eso tuvo y tiene un costo, pero también muestra oportunidades importantes. Se distingue una voluntad de cambio, pero también se ve que estos cambios se desarrollarán en el contexto del sistema democrático. Una sabia dosis de realismo permitió ganar las elecciones, pero a la vez determina que, como ocurre en cualquier democracia, habrá que hilar fino. No se puede cambiar todo a un tiempo, así que habrá que avanzar, como quiere el esquema político, de la mano de la opinión pública. Por ende las capacidades de negociación se vuelven esenciales. A este gobierno no se le ha dado ni luna de miel ni tregua alguna. Los miedos instilados en la población por ciertos poderes fácticos, aunque están mostrándose vacíos y sin contenido, siguen siendo agitados, aunque con cada vez menos fuerza, por los sectores más recalcitrantes, apoyados en un aparato mediático oligopólico cada vez más desprestigiado. Sin embargo, la racionalidad económica y la recuperación de ciertos valores republicanos de buen gobierno están empezando a surtir efecto. La derecha política dictatorial está cada vez más arrinconada y parecen surgir nuevas derechas más comprometidas con la Democracia, mientras que los Poderes Fácticos, pragmáticamente, se suman al nuevo estado de cosas, dispuestos a pagar más para seguir manteniendo las utilidades en azul y empezando a entender que no se puede crecer sin redistribuir. La pelota está entonces en la capacidad del gobierno de incluir a nuevos actores sociales arrancándolos de la mera supervivencia hacia la participación política y la integración social. En esta cancha se jugará la pelota política los próximos años. La mística del servicio público está en ascenso, aunque lenta y trabajosamente. La realpolitik se impone, y a nuestro ver se impone bien y correctamente, desde que está orientada por claros valores republicanos. Los remanentes del clientelaje político que nos gobernaron hasta ahora dan coletazos y se felicitan de encontrar que algunos miembros del gobierno son como ellos, pero la voluntad política de no blindar y de andar derechos como Dios manda está entrando poco a poco en la mente de la gente. Esperamos y deseamos que siga así, por el bien del proceso de cambios en nuestro país.

El Modelo de Desarrollo – Sus consecuencias

Las consecuencias de un cambio en el Modelo de Desarrollo no son tan claras como quisiéramos. Podríamos pintar el mejor de los mundos, al estilo triunfalista que nos gusta, pero ni tengo vocación de Nostradamus, ni prefiero el optimismo al pesimismo. Además, como en la famosa anécdota de Herodoto y el Caballo, muchas cosas pueden pasar en el intermedio. Veamos a nuestro vecino Chile, tan estable creíamos, y a su seguramente bienintencionado Presidente, y veremos que sus planes se han visto trastocados por terremotos y hartazgos sociales muy evidentes. Nadie tiene la espada del augurio. Sin embargo, me gustaría pensar que las consecuencias de este proceso no deberían medirse en términos del programa político de un partido, por más importante que éste sea. Nuestro país cumplirá el año 2021 doscientos años de vida independiente y republicana. La asociación civil Perú 2021 posee una visión de país que no me parece negativa, y que me parece perfectamente aplicable como gran objetivo de este proceso de cambio:

Un Perú próspero, pacífico, democrático y justo donde todos seamos educados con valores y conocimientos necesarios para hacer realidad nuestras aspiraciones a través de un trabajo estimulante y digno.
Un país con instituciones sólidas y transparentes que garanticen los derechos de la persona, el cumplimiento de la ley y la iniciativa privada
Un país hospitalario y solidario, orgulloso de su inmensa diversidad natural, cultural y social
Un país donde podamos vivir con alegría.
Publicado por Javier Bellina de los Heros