miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Hablar de "eso"?

Por Constantino Carvallo (*)
"Hablar sí, pero que callen los cuerpos".
C. Lejeune

Lo primero es hablar claro. La sexualidad no es el conocimiento de la fisiología del aparato reproductor; no seamos deshonestos. La sexualidad es la disposición natural del cuerpo para hallar placer en sus encuentros con el mundo. Placer, deleite, goce, fruición: son éstas las palabras que definen la sexualidad, y no vagina, pene, ovarios, vesícula seminal y demás sustantivos que sólo intentan hacer ciencia de una función.

Se trata, pues, del goce, y principalmente del goce que se encuentra con un objeto privilegiado del mundo, el cuerpo del otro. Al ingresar a la socialización, este goce, convertido en erotismo por la imaginación, enfrenta los peligros y posibilidades de toda relación humana. La sexualidad es entonces el goce físico y espiritual que encontramos en la relación con nuestro cuerpo y con el mundo, esencialmente con el cuerpo del otro.
Esta nueva relación nos descubre una inquietante y maravillosa dimensión de nuestro propio ser: damos goce, no sólo lo recibimos; somos capaces de ser para el otro una causa de su intensa satisfacción. La buena educación sexual es aquella que abre la perspectiva del placer al interior de la esfera de la moralidad. Es decir, se trata de saber gozar y permitir gozar. No es la búsqueda frenética del placer, sino la potenciación de ese placer, su ubicación dentro de una relación sana, orientada hacia el bien. Se trata de aprender a buscar los encuentros buenos y placenteros y evitar los que nos causan dolor y también aquellos que, proporcionándonos placer, pueden, sin embargo, destruirnos como sujetos dueños de una voluntad.
Lo que esperamos de una educación de la sexualidad es que el goce sano, no perverso, sea el motivo que anima al sujeto a emprender sus vínculos con el mundo. Que prefiera el placer al dolor, que el mundo lo fascine, lo anime con su oferta de deleite, pero que éste se encuentre relacionado con la organización moral de la personalidad. El goce anima y la templanza guía.
Pregunta: ¿necesitamos, para lograr este objetivo, conocer la anatomía del aparato reproductor? No. Esto no es educación de la sexualidad. Es sólo información que no entraña actitud, vida. Lo que despierta la curiosidad del niño y aquello a lo que ideele llama graciosamente "eso", no es que el pene ingresa en la vagina, sino la oscura sospecha de que allí se juega un motivo fundamental que explica la relación entre la madre y el padre: el placer. Este es el núcleo de la sexualidad, la fuente desde la que brotan las profundas causas del actuar.
La sexualidad no forma parte del plan de estudios de ninguna escuela en la cultura occidental. Las escuelas fundadas en la modernidad por Comenius tienen todavía la ilusión científica que caracteriza a la Ilustración. Se trata de adquirir ciencia, conoci­mientos.
Y sin embargo hay un currículo oculto que entraña educación auténtica de la sexualidad. Los castigos, por ejemplo. El olvido del cuerpo, la incomodidad, el aburrimiento, el miedo, las relaciones con los compañeros, el hambre. Se enseña más la sexualidad golpeando a un alumno por no cumplir la estúpida tarea que mostrando una lámina de las trompas de Falopio para tomar un examen que ponga un rojo más en la libreta bimestral. Porque ese alumno crecerá asumiendo un vínculo con el dolor que lo perseguirá luego en sus relaciones con el mundo. No sabrá gozar ni causar goce, y ése es el tema de la sexualidad; lo demás es olvidable materia escolar.
Ya que se trata de no confundir una cosa con la otra, explico mi posición. La escuela debe dar los conocimientos que le entreguen al alumno una comprensión de la fisiología e higiene del cuerpo humano. Para esto es necesario reimplantar un curso extrañamente ausente en el programa esco­lar: la anatomía del cuerpo humano.
No encuentro razón para que se privilegie el estudio de un aparato, el reproductor, como un curso independiente. Esto obedece a una intención que nada tiene que ver con la educación sexual. La nueva materia aparece para bajar la tasa de natalidad en el Perú. Se trata de dar conocimientos sobre la reproducción con la esperanza de que estos conocimientos eviten la paternidad casual. Noble objetivo, pero que no puede confundirse con sexualidad.
La verdadera educación sexual está en el vínculo que la escuela da al alumno. La escuela puede ser un lugar plácido donde se aprende a gozar del encuentro con los otros, con el saber, con la comunidad, con la paz. O puede ser un infierno que socializa mal, que produce rencor, dolor, odio al trabajo y al saber, perversión de la sexualidad.
La sexualidad sana y creadora, moral, se juega en el trato, en el modo como se asumen los cuerpos, en las palabras y en los contactos, en la paciencia y en la tolerancia para aceptar al otro, el alumno. En el amor por él.
(* ) Fundador del colegio Los Reyes Rojos (1953-2008)

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